Resiliencia… esa palabra
Dicen los grandes periodistas, y mejores personas, de Gomaespuma que «cuando dios aprieta, ahoga pero bien«. Otro maestro de lo suyo, Murphy, opina que «si algo puede salir mal, saldrá mal«. Es por esto, que deberíamos hacernos amigos de un «bonito palabro» que últimamente está muy en boca de todos: Resiliencia.
Antes de empezar con la entrada en sí, imagina estas situaciones:
- Vas por la calle hablando por teléfono, y de repente sientes un empujón y te roban el teléfono. Adiós SMSs, contactos, agenda, puntuaciones del nyan cat, fotos de tus vacaciones (quizá alguna comprometida?), histórico de mensajes de Whatsapp, etc. Además, estás esperando llamadas de trabajo y seguir localizable.
- Te encuentras en Londres para trabajar en un proyecto. Según llegas, te das cuenta que te han robado tu portátil con toda la documentación del proyecto y que tienes una reunión en una hora. Una parte importante de la empresa depende del éxito del mismo.
- Con un gran esfuerzo, tal y como están los tiempos, has creado tu empresa. Tu negocio de exportación de llaveros de El Fary a china va viento en popa y esperas un pico de ventas con el estreno de Torrente y todas sus secuelas en el país del cerdo agridulce. Son las 3 de la mañana del domingo y te llaman los bomberos. Tu oficina se ha visto reducida a cenizas por un incendio.
Los tres casos que acabas de leer te dejarían en un estado de shock, con mayor o menor impacto, que te dejan fuera de juego. La palabrita del título, no es ni más ni menos que esa capacidad para salir del estado de shock o por una situación continuada de adversidad de una forma exitosa e incluso fortalecidos por la experiencia.
Si usamos la definición empleada por la física, la resiliencia expresa las cualidades de un resorte: resistir a la presión, doblarse con flexibilidad y recobrar su forma original.
En los casos comentados en principio, hay varios factores fundamentales a la hora de evaluar nuestra capacidad de enfrentarnos al desastre, aunque como se ha demostrado muchas veces, ser previsores aumenta nuestra resiliencia.
Pero… ¿que necesitamos para ser previsores?
Las grandes empresas han recurrido al Análisis de riesgos haciendo usos de metodologías como OCTAVE o usando metodologías propias basadas en FTA para poder ir desgranando los riesgos más comunes (incluso alguno improbable pero que deberíais contemplar).
En todas estas, el mecanismo es muy simple.
- Identifico lo que tengo (Auditoría e inventariado)
- Identifico los riesgos asociados a cada activo (Análisis de riesgos)
- Establezco las salvaguardas necesarias (Planes de acción)
En España, el CSI (Consejo Superior de Informática) desarrolló hace unos años la Metodología de Análisis y Gestión de Riesgos de los sistemas de información, MAGERIT, ahora en la versión 2.
Sobre las metodologías nombradas antes, la primera, OCTAVE, tiene una versión reducida denominada «OCTAVE-S» que puede ser muy util en PYMEs y autónomos. Además, el propio CERT tiene un modelo de gestión de Resiliencia denominado CERT-RM.
En cualquier caso, como resultado tendremos una serie de riesgos asociados a los activos en base a su exposición. Lo más gráfico y visual, puede ser el uso de matrices como las que podeis encontrar en la página protejete.wordpress.com.
Además del interesante artículo de Javier Ceo Avellaneda sobre Análisis y gestión de riesgos.
Pero que pasa con nuestra palabreja? la hemos perdido entre tanto análisis? No, ni mucho menos. Si bien esta previsión es importante, que sepamos como actuar y que lo hagamos diligentemente también es cosa de saber desarrollar un buen plan de acción. Estos serán finalmente los que nos permitan salir del paso y aguantar el tipo mientras que estamos en la cresta de la ola.
Los planes de acción deben ser lo suficientemente detallistas para contemplar las salvaguardas nacidas del análisis de riesgos pero ágiles y claros para que puedan ser seguidos sin problemas. Tampoco es bueno tener «todos los huevos en la misma canasta» y deberían incluir al menos un «Plan B». En algunos planes de acción, está contemplada la latencia y varias soluciones según el tiempo del que dispongamos. Por ejemplo, un cerrajero de urgencia sería lo mejor para una cerradura que se encuentra rota un lunes a las 9 de la mañana, pero si esto ocurre el viernes a las 15h, un cerrajero de menor urgencia y por lo tanto más económico, también debería ser tenido en cuenta.
Por último, tirando de refranero recuerda que «lo que no te mata te hace más fuerte» y que «no hay mal que por bien no venga» 🙂
Saludos,